15 ene 2011

Píxeles.

La había aceptado sólo por esos labios rojos y su cabello, que en su momento fueron a mi vista algo preciado, ya que cumplía con los requisitos para merecer mi palabra, mi verbo. Sí, era en su momento pura y mera superficialidad, mi objetivo era verla, el morbo de imaginar su voz a partir de su forma de escribir, de pensar y de posar para sus pecaminosas fotos.

Las cosas avanzaron como cualquier otra situación, ella hablaba yo la escuchaba, yo escribía y ella me leía. Así las cosas pasaron y no me di ni por enterado: me había sentido más atado a la situación por ver sus grafos en mi espacio.

Una noche me atreví a hablar más de la cuenta, a darle mi apoyo y a abrazarla mientras tenía un río de llanto. Me acerqué tanto a ella, la había sentido, la había querido y me había enamorado. Era en contra de mí, los estereotipos se habían roto, con esto los paradigmas no eran mi problema. Sólo existía algo que funcionaba de barrera: desconocía el tono de su voz.

Esto era un problema debido a que había causado tantas expectativas, tantas especulaciones, esperaba tanto, pero mi miedo era fuerte, demasiado como para enfrentarla realidad. Tal vez era ella una mujer de voz aguda y molesta o tal vez era una voz grave y poco femenina. Resignado volví a escribir, esperando su respuesta, esperando que le gustara, esperando me comentara.
Sí tú, colección de píxeles, responde a lo que te dedico.
"Me gusta"
Gracias por escuchar quien soy.

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