31 ene 2011

Tortura y no tortuga.

La había conocido en el planetario mientras compraba unas papas con limón, sal, salsas diferentes y la sabrosa mugre. Jamás me han gustado así las papas, pero estaba tan perdido en su peculiar forma de vestir que a todo lo que me decía el comerciante yo respondía: aja.
-¿Ya viste a esa chica?- Le pregunté a mi novia.
-Sí, es Norma.
-¿La conoces?
-Pues así de conocerla, lo que se dice conocerla, pues la neta no- me respondía mientras masticaba una papa- pero va en la escuela. ¿Me vas a decir que no la habías visto?
- Pues la verdad… no la había visto – hasta a mí me sorprende.
-Pero no es la gran cosa de chica, mírala nada más cómo viste –lo decía sin envidia, y de hecho lo decía como víbora lanzando veneno- ni en su casa la han de querer.
Después de eso fue como si la vida me hubiera castigado a tener en duda quién era, qué hacía y qué escondía: me la encontraba a cada rato.
No quería dejar pasar oportunidades para recabar información del porqué ella vestía así, ya que no era ni una moda, ni siquiera podría decir que tenía un estilo. No se le encontraba razón alguna para que sus ropas fueran llamativas y horribles, pero cada vez que alguien me platicaba sobre ella, a pesar de que fueran rumores, sentía que las cosas cuadraban:
¿Los lentes? Pues para cubrir los ojos. ¿Sus harapos? Perdón ¿Sus ropas? Pues para que no veas a su cuerpo. ¿La gorra? ¿Qué no has visto su cabello? Respuestas que sacaba al consultar con sus compañeros de salón. Y de amigos ni hablamos, la pobre deambulaba por la escuela sin ninguna razón aparente, después de un rato se aburría y se sentaba en el sol, esa era su rutina diaria, con tiempo cronometrado. Continué por un buen rato preguntando sin obtener nada, hasta que decidí cazar, quiero decir, seguir a la bola de ropa. Llegó, y por consecuente, llegamos a su casa, mientras yo buscaba esconderme esperando a que mi hipótesis se cumpliera:
- Ella debe llegar a casa y sentirse cómoda y tranquila, ya que nunca espera a nadie de la escuela, entonces se quitará todo lo que la cubre, sabré qué ocultaba debajo de tanta tela.
Pasó un buen rato y su casa no era la gran cosa, para mi fortuna. La planta baja era la única planta que existía. Del lado derecho había una casa en construcción y del otro lado era la calle, que hacía a su casa colocarse en la esquina. Esperé un rato en la construcción y llegué a ver lo que esperaba, al fin tenía respuestas de su forma de ser y de vestir, estaría de más decir que mi hipótesis se había cumplido. El cazador tenía a su presa, la cual se sentía cómoda en su ambiente natural.
Lo que se dejó fue una blusa de tirantes: era rubia, de ojos verdes y un busto muy marcado. Al menos lo que se dejó ver, porque las enaguas le cubrían hasta sus tobillos. De su rostro tenía unos labios rojos y mejillas muy chapeadas.
Mi reacción ante tal escena era lógica, no podía esperar más dentro de la construcción, me apresuré a salir. La grava y la arena se escuchaban crujir en mis pies. Ya afuera di vuelta sobre mi derecha, corrí a la esquina y de ahí a la vía principal. Me sentía mal por la chica, y es que alcanzaba a comprender lo que para ella significaba su privacidad, lo que significaba cubrirse, era una chica HORRIBLE.
Ya a punto de subir al transporte público me quedé congelado, recordando su imagen, su reducida cintura.
-¡Rayos! Me atreví a violar su privacidad, esperé a que se quitara la ropa y reaccioné así…
-Suba joven ¿o piensa quedarse? – Me gritaba el caballero del camión- bueno, disculpe pero tengo que seguir yo con mi ruta. Ya me había quedado y tendría que esperar un rato más. Pero no me moví, me quedé congelado, el tiempo corría y yo no daba razón de mí.
Decidí regresar, doble sobre la izquierda, saludé al vecino, toqué a la puerta y con sus ojos verdes me miró fijamente, se arrojó a mis brazos y me dijo: qué bueno que has regresado amor ¿qué quieres de cenar?

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